Cuanta falta le hacía al deporte amateur mexicano una figura que lo representara tan dignamente en una justa olímpica como lo hizo Osmar Olvera Ibarra en París 2024.
Este chico de tan solo veinte años rejuveneció el rostro de un viejo, cansado y repetitivo esquema que no ha llevado a ninguna parte desde hace mucho tiempo al deporte que se práctica en México, salvo en contadas ocasiones
Con una mentalidad de roble y una preparación inigualable, conquistó plata y bronce en las pruebas de trampolín de tres metros combinado e individual respectivamente convirtiéndose así en el primer clavadista de este país en obtener más de una medalla en Juegos Olímpicos.
Dispuesto a colocar su nombre en lo más alto del podio mundial, Osmar llegó a París a conquistarlo. Nunca bajó los brazos y, a pesar del amplio dominio de los orientales en los clavados, jamás se inmutó ante ellos y les demostró que él también es grande.
Junto a Juan Celaya brilló y peleó la presea dorada contra la potencia asiática y estuvo a punto de arrancársela, pero la experiencia China pudo más y el dueto mexicano se quedó con la plata.
Acudiendo a la memoria de sus ancestros deportivos como Joaquín Capilla, Carlos Girón y Fernando Platas, el binomio de Olvera y Celaya se colocó al mismo nivel de ellos y al honrarlos se declararon listos para seguir escribiendo con letras de oro la historia de los clavados mexicanos.
Días después de su primer gran logro, Osmar volvió al podio y esta vez se enfrentó a la fortaleza China sin inmutarse y con la autoestima hasta el tope realizó su mejor esfuerzo y se colocó como el tercer lugar del mundo en esa especialidad.
Más allá de lo importante de los resultados que lograron cautivar a los miles de mexicanos que estuvieron el pendiente de sus actuaciones, destaca la fortaleza mental del joven nacido en la Ciudad de México, el 5 de junio de 2024.
Con los pies en la tierra, nunca mostró miedo, ni le temblaron las piernas, ni puso pretextos, ni excusas. Sus objetivos fueron claros desde el primer momento. “Quiero ser el mejor del mundo”, dijo y va en camino a lograrlo.
Orgulloso de sus logros, hoy el joven de veinte años representa la frescura en todos los sentidos. Aprendamos de él y de su equipo que le respalda. Juntos podemos ser mejores.
Hay muchas moralejas en esta historia. Osmar nos demuestra que en México hay personas triunfadoras con una mentalidad de oro, solo falta creer en ellos, apoyarlos y encaminarlos a lograr sus objetivos.
Basta ver cuanta fortaleza, cuantas agallas y qué personalidad tan arrolladora posee este chico.
México necesita más jóvenes como él, jóvenes que nos ayuden a cambiar la historia y nos permitan ver a un México sano, fuerte y poderoso, sí, así como Osmar Olvera Ibarra.
Queda claro que hay mucha tela de donde cortar, solo falta apoyarlos y dirigirlos bien.
Sean deportistas, estudiantes, trabajadores, jóvenes o viejos siempre habrá entre ellos un Osmar esperando la oportunidad de ser el mejor.
Porque los buenos siempre serán la mayoría. ¿A poco no? Por eso en este país necesitamos más personas como Osmar.